
Es complejo escribir los números ordinales cuando no practicas con frecuencia. Son muchos los or(d)inales que me he saltado en estos años. Por una parte mi desgana competía con mi odio hacia aquello que me había hecho feliz durante tanto tiempo. El uso creciente, sin tregua, de las imágenes y de las redes sociales, acompañado de textos y mensajes absurdos me golpeó la cabeza con suficiente fuerza como para plantarme cara y sugerirme que me bajase de la noria. Y así, aletargado, desmotivado y desenchufado he pasado muchos meses buscando respuestas a un aluvión de apuntes con preguntas que no quería ni sabía responder.
Por un lado soy consciente de que me cuesta mucho aceptar la existencia de muchos “fotógrafos” que con el don de encantar serpientes levantan pasiones (vacías) y mienten más que fotos hacen. Pero, ¿y que?. En este mundo sobresaturado de mierda hay mierda para todos. En otra liga de cosas me preguntaba constantemente si tenía cosas que contar con aquella herramienta con la que siempre me he contado al mundo, si bien es cierto que he dejado de mostrarme públicamente y peor aún, de automostrarme.
Y de la noche a la mañana, como un mal sueño, la vida se para y el mundo se acaba de golpe, de golpe. Nos hemos parado y nos hemos acabado de momento para ser y estar dentro y desde dentro. Y ahora con las vergüenzas al aire, sin forma de escapar de nuestros miedos y sentados al lado de todas nuestras categorías nos preguntamos, nos contestamos. Y no sirve bajarse a la calle para dejarlo pasar. Ahora el café y el vaso de agua se comparten uno frente al otro para hablar con todos los “yos” posibles.
En ciertas de esas discusiones y con ganas de evadir respuestas me tocó defender los argumentos de mi desaparición visual, de mis trucos de magia de escapismo fotográfico. Tuve que contestar a todas y cada una de las dudas y preguntas y soplar el polvo acumulado encima de obras secretas, de piezas olvidadas y volver a mirar.
Ahora estoy “mirando” todo aquello que deje olvidado en la desgana y el desorden y todas esas conversaciones, duras y certeras, me han llevado a tomar la decisión de volver a remover la tierra. Incluso quizás el barbecho tenga todo el sentido del mundo.
Acompaño este regreso con una fotografía tomada en Japón en febrero de 2017.