Por favor, si son tan amables todos ustedes, me gustaría robarles unos minutos de su atención. Muchas gracias de antemano.
En estos tiempos en los que Pinocho está recuperándose de su reciente rinoplastia es momento de que unamos todos nuestras almas y nuestros bolsillos para reclamar públicamente un monumento a todo lo acontecido. Un monumento que nos recuerde y nos guíe en los tiempos futuros. Preciosa escultura en bonito parque, todo limpio, todo despejado. El artista increíble, extraordinario, único, no podía hacerlo otra persona.
He podido acceder a los bocetos de tan heroica escultura: una jeringuilla gigante, enorme, descomunal. Mirando al cielo, alto, limpio y claro y una gran aguja apuntado alto a juego con la jeringa. La gran jeringa que nos recuerde los tiempos del virus desde su gestión a sus consecuencias, que nos deje soñar con las grandes mentiras cada vez que acudamos a su regazo los domingos dando un paseo.
Uno de los anexos a tan faraónica escultura es una catapulta situada a unos 300 metros de la jeringa, en lo alto de una colina. Una catapulta con una cuchara de terciopelo para que el proyectil se sienta cómodo en todo momento (como siempre). Niños de todas las edades, adolescentes problemáticos, churreros, parejas acarameladas y recién jubilados pueden subir la colina y disfrutar del lanzamiento de proyectiles intentando que acaben insertados en la aguja que clama al cielo.
Por un módico precio podrán comprar el tipo de munición que deseen para practicar: cualquiera de los de la OMEMP (Organización Mundial de la Enfermedad y la Mentira Piadosa), políticos con la boca llena de mierda, presentadores de televisión que deberían estar en el fondo de un pozo pidiendo auxilio y economistas con cola de tiburón.
Que bonito todo, que gran monumento.